Un hombre levantó un cuenco de barro y brindó frente a otros que esperaban en silencio. Cada trago sellaba acuerdos y borraba agravios. La espuma del brebaje era espesa, amarga y decisiva, porque después de beber venía la calma y la palabra dada se cumplía. La escena, repetida en patios amurallados del antiguo Perú, marcó un modo singular de resolver disputas sin recurrir a la violencia, lo que originó la práctica que hoy despierta el interés de la arqueología.
Un estudio publicado en la Revista de Arqueología Americana reveló que los Wari , civilización andina que prosperó entre los años 600 y 1000 de nuestra era, añadían semillas de Anadenanthera colubrina , una planta conocida como vilca , a su cerveza de bayas de molle. Los investigadores Jacob Keer y Justin Jennings afirmaron que esta bebida, con propiedades alucinógenas, favoreció la cohesión del imperio a l generar sensaciones de apertura y empatía entre los participantes de los festines oficiales.
Los banquetes funcionaban como actos políticos que afianzaban el poder imperial
En el asentamiento de Quilcapampa , los arqueólogos hallaron restos de cerveza junto a semillas de vilca, sin los instrumentos usados normalmente para inhalar esa sustancia. Esa asociación llevó a deducir que la planta se mezclaba con la bebida . Según explicó el arqueólogo Matthew Biwer a CNN, “los anfitriones Wari añadieron la vilca a la chicha para impresionar a los invitados que no podían devolver la experiencia ”, lo que consolidaba una relación de compromiso y lealtad hacia quienes ofrecían la fiesta.
Las celebraciones se desarrollaban en patios cerrados donde cabían pocas decenas de personas. Allí, lejos del bullicio exterior, los asistentes bebían, comían y oraban durante horas. Los estudiosos interpretan que estos encuentros eran actos políticos tanto como religiosos. Ryan Williams, del Field Museum de Chicago, indicó a All That’s Interesting que “las instituciones de elaboración y servicio de la cerveza generaban unión entre las poblaciones”. La cerveza, en ese sentido, funcionaba como herramienta diplomática y mecanismo de integración.
El componente psicodélico transformó la práctica. La vilca contiene bufotenina, una sustancia emparentada con la dimetiltriptamina, principio activo de la ayahuasca. Al combinarla con el molle, la intoxicación resultaba más suave y duradera. Keer y Jennings escribieron que “el resplandor posterior del vilca pudo contribuir a reconstruir comunidades tras las alteraciones de la expansión imperial”, de modo que las emociones compartidas durante las ceremonias derivaban en vínculos prolongados.
Los Wari consolidaron su dominio sobre amplias zonas de los Andes sin un sistema bélico permanente. Las alianzas selladas en los banquetes permitieron integrar a pueblos diversos bajo una estructura común. Las reuniones exclusivas, encabezadas por élites, servían para fortalecer jerarquías locales y proyectar autoridad mediante gestos de hospitalidad. Cada copa aceptada implicaba fidelidad, y cada ronda renovaba un pacto tácito de paz.
Las sustancias sagradas desempeñaban un papel político y emocional dentro del imperio
El hallazgo de las semillas en Quilcapampa reforzó la idea de que las sustancias psicotrópicas desempeñaban funciones sociales concretas. Los investigadores destacaron que los efectos prolongados del vilca podían actuar sobre la neuroplasticidad , generando sentimientos pro-sociales que perduraban más allá de la experiencia inmediata. Esa hipótesis, respaldada por estudios clínicos recientes, sugiere que el consumo ritual influía en la organización política y emocional de las poblaciones.
No todos los especialistas comparten la interpretación. Patrick Ryan Williams , de la Universidad Estatal de Arizona, consideró “interesante” la propuesta, aunque prefirió prudencia al valorar las pruebas. Aun así, la coincidencia de restos de vilca y cerveza en contextos ceremoniales ofrece un argumento poderoso sobre cómo los Wari consolidaron su imperio mediante estrategias sensoriales y políticas integradas.
El caso de esta civilización ilustra una forma temprana de gobernanza basada en la reciprocidad y la experiencia común. Cada banquete era un instrumento de diplomacia y una ocasión para reafirmar la unidad. Aquellas reuniones, donde alguien bebía cerveza y firmaban la paz, representaron el modo más eficaz de sostener un imperio que eligió la comunión antes que el enfrentamiento .

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