Diego Santilli dormitaba mientras el auto que lo traía de regreso recorría la ruta desde Paraná a Buenos Aires cuando recibió el primer llamado. Había pasado ya una semana del inesperado triunfo electoral en la provincia en las elecciones de medio término, pero su cuerpo todavía le cobraba la extenuante recta final de la campaña, aquella que lo había obligado a salir a recorrer los enclaves olvidados en septiembre para torcer el impacto del escándalo de José Luis Espert.
Por eso no percibió las múltiples llamadas perdidas hasta que se despertó. Pese al cansancio, Santilli había decidido acompañar a su hijo Nicanor, corredor de TC Pista, en su prueba entrerriana. Cuando consiguió enfocar la vista en la pantalla del celular, advirtió varios mensajes de un mismo remitente. Era el presidente

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