Cuando Juan Guillermo Zuluaga recuerda su infancia, lo hace imaginándose en una sala de archivos de una película de terror. En un lado de esa escena, toma la primera carpeta empolvada que encuentra; la abre y empieza a detallar una escena común cuando tenía cerca de seis años: cualquier fin de semana, en el barrio San Benito de Medellín, estaba escondido debajo de muchos colchones mientras escuchaba a su madre siendo golpeada por un hombre borracho.

Primer archivo: la violencia

“Todos los fines de semana se repetía la historia; jueves, viernes, sábado; eran épocas de horror”, recuerda Zuluaga sobre ese primer archivo. El miedo era casi una rutina. De lunes a miércoles, la vida parecía normal: los juegos en la cuadra, las risas, el colegio. Pero al llegar el fin de semana, la tranquilida

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