Este día se celebra el segundo lunes de cada mes de noviembre y cómo no, trae recuerdos inolvidables de mi vida, de mi adolescencia.
No hay infancia sin espacios. Los recuerdos más tempranos no viven en la memoria como palabras, sino como lugares, se alojan en rincones, en texturas, en sombras que se mueven a cierta hora del día. Cuando uno crece huérfano aprende pronto que esos espacios no sólo contienen el pasado, sino también la carencia, que el vacío también tiene forma, que el silencio ocupa metros cuadrados, que la ausencia es una arquitectura invisible.
Quizá por eso elegí tantas cosas a lo largo de mi vida, tal vez hasta esta bella profesión, la arquitectura: para aprender a construir lo que alguna vez me faltó. Saber cómo el espacio puede sostener, cómo un muro puede contener si

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