Compartiendo diálogos conmigo mismo

La vida no es un puesto de venta, sino de donación: Florecemos como caminantes de un recinto sagrado, transeúntes de un tabernáculo divino, viandantes de un níveo paraíso de amor, que hemos de descubrir como edén y no encubrirlo como mercado.

Los hijos del amor, al ser piedras vivas del templo espiritual que es la Iglesia, no son vendedores de nada, son la pulsación desprendida que glorifica a Dios. Aún hoy, sigue habiendo mercaderes que profanan con todo tipo de abusos, existencias que son sagradas.

I.- Somos la casa que Dios edifica

Cada cual, con su don divino,

labora sus propios cimientos,

cultiva sus nativas corrientes,

alienta y replantea sus modos,

maneras y estilos de asentarse.

Conforme a la gracia de Dios,

uno se reaviva y se robus

See Full Page