SANTIAGO (AP) — Los más de 8.000 kilómetros recorridos desde el extremo sur del globo hacia América del Norte parecían valer la pena: en el horizonte estaba la promesa de concretar un proyecto de vida. Pero el plan del venezolano Daniel González se desvaneció con el endurecimiento de la política migratoria de la segunda presidencia de Donald Trump.
“Quería lograr un sueño”, relató el joven de 22 años a The Associated Press. “El sueño mío era llegar a Estados Unidos con mi familia, montar un negocio”, agregó.
González forma parte de los cientos de migrantes que vieron frustradas sus aspiraciones de empezar de cero en la tierra de las oportunidades. En medio del incremento de las deportaciones y el recrudecimiento de los controles por parte de Estados Unidos, muchos han tenido que regresar a sus países de origen o probar suerte en otras naciones latinoamericanas.
El venezolano llegó por primera vez a Chile en 2020 como parte de la masiva ola migratoria que experimenta el país sudamericano desde 2019, en su mayoría de venezolanos que huyen de la crisis política, económica y social que golpea a su país.
Cuatro años después decidió junto a su pareja y otros familiares emprender viaje a Estados Unidos, donde creía tener más posibilidades de abrir un negocio propio y ahorrar algo de dinero.
Salieron del Chile el 2 de julio de 2024 y cruzaron Perú, Ecuador y Colombia. En Necoclí, un remoto pueblo colombiano, tomaron una lancha que los dejó en las puertas del inhóspito Tapón del Darién, la selva tropical en la frontera entre Colombia y Panamá que ha servido en los últimos años de corredor humano de miles de migrantes en su periplo por alcanzar Norteamérica.
“Pasamos la selva, duramos tres días. Allí nos robaron”, relató. “La travesía más difícil fue la de México, nadie quería sacarnos allí de la frontera”, rememoró sobre los intensos días de caminatas sin comida, ropa o agua. “No teníamos nada”.
Cuando por fin la familia alcanzó la Ciudad de México en diciembre tenía la esperanza de conseguir una cita para un posible permiso temporal para vivir en Estados Unidosa través de un programa de la era de Joe Biden que ampliaba las vías legales para ingresar al país, en un intento por desalentar los cruces ilegales.
Las semanas fueron avanzando, Trump llegó al poder y el sueño americano se desvaneció.
“Nunca nos salió la cita", dijo. “Yo no sabía qué hacer y en febrero empezamos la travesía para acá otra vez”.
La comunidad venezolana ha crecido de forma exponencial en los últimos años en Chile, que “se volvió uno de los principales países receptores de inmigración en América Latina”, dijo a AP María Fernanda Stang, del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Juventud de la Universidad Católica Silva Henríquez de Santiago.
“En el censo de 1992 la población migrante sobre el total de la población nacional era un 0,8% y ahora es un 8,8% y ese aumento ha sido mucho más significativo en los últimos años”, agregó.
La ONU destacó en un informe la semana pasada que “la toma de decisiones de los migrantes se mantuvo adaptativa y fluida y las familias e individuos continuaron navegando en un panorama de movilidad cada vez más complejo y restrictivo en América Latina”.
En agosto el organismo ya había alertado sobre el “cambio sin precedentes” que atraviesa la migración en la región, con un flujo inverso de migrantes ante “restricciones de tránsito en la selva del Darién, junto con el endurecimiento de las políticas migratorias en Estados Unidos”.
Desde abril, González ha reconstruido su vida en Chile. Vive con su pareja, su hija, su hermana mayor y su sobrino en Lampa, una comuna al norte de Santiago, y trabaja como mecánico, aunque algunas noches también ayuda en una panadería.
Su nuevo sueño ahora reposa en tierras chilenas. "Quiero lograr aquí lo que pueda, tratando de que algún día me den mi nacionalidad”, aseguró. “Aquí en Chile estoy con mi familia, vivo bien, tengo mi trabajo”.
La población extranjera en Chile, de unos 18 millones de habitantes, alcanzó el año pasado las 1,6 millones de personas, más del doble de lo registrado en 2017. De ellas, los venezolanos constituyen la mayor comunidad y representan el 41,6% del total de los inmigrantes, según los datos del censo de 2024.
“Trabajando aquí en Chile a uno le va bien. La economía chilena todavía es muy buena delante de la venezolana”, afirmó a AP Luis Sánchez, de 38 años y quien trabaja como conductor de Uber.
Como González, el chófer también tuvo que dar la vuelta al fracasar en su travesía hacia Estados Unidos, donde esperaba poder “trabajar y salir adelante”.
Partió en agosto de 2024 y cruzó el continente a pie, en bus y en lancha. Llegó a Monterrey, la capital del estado mexicano de Nuevo León, que colinda con Texas y se convirtió en un nodo de tránsito para migrantes que buscan avanzar hacia el norte.
“Esperé todo el tiempo que estuve allá en México lo de la cita y nunca me salió hasta que eliminaron (el programa) y me regresé”, explicó a AP. “ Quitaron todos los beneficios que estaban dando ya para uno poder entrar”, añadió.
El 20 de marzo decidió volver a Chile, donde rehizo su vida conduciendo por las calles de Santiago.
“El viaje fue demasiado horrible... tuvimos que regresar otra vez de país en país, por buses, pasar por lanchas por el medio del mar hasta Colombia”, recordó. “No se lo recomiendo a nadie”.

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