Una de nuestras cabalgadas europeas con el coche, los hijos y la tienda de campaña a cuestas nos llevó hace varios lustros hasta Suiza . Del país helvético nos impresionó la belleza de sus paisajes, el orden y la limpieza de sus ciudades y el montante de sus precios. Aprendimos enseguida a convertir mentalmente francos suizos en pesetas. Escandalizados y escaldados con lo que nos cobraban en todos lados, recalamos un día en una pequeña localidad de la Suiza central , donde entramos en algo parecido a lo que aquí era entonces un ultramarinos. Allíme sorprendí de la exigua cifra que figuraba en el cartelillo colocado junto a los huevos. “Mira, al fin algo más barato que en Pamplona ”, le dije a mi mujer. Aldeano de mí. No tardé un minuto en darme cuenta del error.

En Suiza los huevos n

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