Tenía 28 años cuando su vida cambió para siempre. Un lunes de neblina, camino al trabajo, Gisela Carballo chocó con una retroexcavadora mientras conducía su moto. Despertó días después en una clínica: no recordaba el accidente y tampoco sabía que había perdido una pierna. Lo que siguió fue una reconstrucción física y emocional, pero también una transformación profunda. “Me morí un ratito, pero volví. Y por algo volví”, dice hoy, con una sonrisa que resume su nueva filosofía de vida.

A los 30 años, la “ Amput-Hada ”, como se define con humor en redes sociales, trabaja como diseñadora gráfica, practica boulder y escalada, y se convirtió en una referente para la comunidad de personas amputadas en Argentina . “Cuando no podés caminar, sólo queda ir para arriba”, repite como mantra

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