En los últimos años, el gobierno federal ha hecho de la frase “atender las causas” su nuevo emblema en materia de seguridad. La idea suena bien: apostar a la prevención, invertir en la gente y cerrar las brechas que generan violencia. Es, en realidad, la versión más pulida de aquel lema que marcó el sexenio anterior: “abrazos, no balazos”.
El principio es correcto. Nadie puede oponerse a mejorar la educación, crear empleos o apoyar a los jóvenes. Atender las causas de la violencia es atacar la raíz del problema, no solo los síntomas. Pero en un país donde el crimen no descansa, los resultados tardan y la urgencia es hoy.
La reciente presentación del Plan Michoacán ilustra bien esta tensión entre las buenas intenciones y la urgencia de resultados. Con una inversión anunciada de 30 mil mil

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