Crimen, fe y medio trillón de dólares detrás del narcorégimen venezolano

Por Elizabeth Sánchez Vegas | Venezuela Late

En la casa de los Ocando la memoria no era una idea: era un olor. Olor a químicos de revelado, a papel húmedo colgando de ganchos, a cuarto oscuro en Santa Ana de Coro iluminado por una luz roja. Allí, un niño miraba a su padre, Casto J. Ocando, entrar y salir con la cámara al cuello y volver siempre con algo más que fotos: volvía con pedazos de país atrapados en negativos.

Procesiones, huelgas, bautizos, entierros, actos cívicos, presidentes de paso, borrachitos de esquina, maestras, curas, obreros, candidatos. Décadas de Venezuela comprimidas en una montaña de sobres numerados. De ese trabajo queda hoy un archivo de 40 o 50 años, con 15.000 a 20.000 fotografías digital

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