El 12 de abril de 2026 toca elegir de nuevo. Sin embargo, el momento decisivo empieza mucho antes: la campaña electoral. Y este es un proceso que merece ser observado con detenimiento. En nuestro país no hay mayor distractor político, paradójicamente, que las mismas campañas electorales. Una temporada donde, entre otras cosas, impera el ruido, la propaganda abrumadora, las fake news , la agresividad en medios, la polarización y el show mediático. Lo más grave está en la reciprocidad de este proceso: una oferta (y cultura) política que diseña y produce esta dinámica, y una ciudadanía que la recibe y la consume. Con todo esto, se deja un margen muy pequeño al análisis de información objetiva y al desarrollo de verdaderos espacios de diálogo e intercambio entre candidatos y electores.

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