Llevamos más de siete años de sanchismo y todavía nos seguimos asombrando con cada nueva exhibición de la falsedad, el cinismo y, en definitiva, la desvergüenza con que nos manejan. De las muchas y muy gordas impropiedades de estos últimos días, hay una que evidencia que estamos a punto de tocar fondo en la desconexión respecto del deber ser de las democracias liberales, regidas, entre otros principios, por la primacía del derecho y la separación de poderes. Se trata de la indolencia con que asumen mantenerse en el gobierno sin tener el apoyo de ninguna de las cámaras del Parlamento.

Aunque hay efectos prácticos de ineficacia e ineficiencia que se comentan más adelante, lo más trascendente de este posicionamiento es la transgresión a los principios democráticos e incluso a las normas positivas recogidas en numerosas leyes y en el propio texto constitucional. Y es que un gobierno que tome conciencia del explícito y continuado rechazo de las Cortes Generales se encuentra en una posición de objetivo y doloso incumplimiento de las obligaciones que la Constitución y las leyes le imponen. La más comentada se refiere a la obligación de presentar anualmente los Presupuestos Generales del Estado que se recoge en el Art. 134 de la Constitución , pero hay otras muchas y muy relevantes en el propio texto constitucional y en las leyes ordinarias; por ejemplo, la promoción de los Principios rectores de la política social y económica recogidos en el Capítulo Tercero del Título I, que incluyen aspectos como la protección de la familia, las condiciones para el progreso social y económico, el mantenimiento y actualización de las prestaciones de seguridad social, la protección de la salud, el acceso a la cultura y la promoción de la ciencia y la investigación, el disfrute de los recursos naturales y del medio ambiente, la conservación y enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico, o el derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada.

Es cierto que las comunidades autónomas y las entidades locales han asumido las competencias en algunas áreas, pero en muchas de ellas el gobierno ha de impulsar la aprobación del marco legislativo que permita el ejercicio coordinado y efectivo de dichas competencias. Y también es cierto que hay materias esenciales (igualdad, defensa, justicia, nacionalidad, aduanas, legislación laboral, penal o procesal, relaciones internacionales…) recogidas en el extenso Art. 149 de la CE , que son de competencia exclusiva del Estado y que difícilmente puede ser ejercida por un gobierno con nula capacidad legislativa.

Y si desde el punto de vista formal un Gobierno en paralizante minoría implica la transgresión de obligaciones normativas, la inacción gubernamental tiene obvios efectos nocivos sobre realidades de nuestra convivencia que demandan impulso, coordinación o financiación. Ahí tenemos cuestiones como la crisis de la vivienda, la generación y abastecimiento energético (incluido el cierre nuclear), la inmigración ilegal, los fondos europeos, la gestión económica y tributaria con apoyo a pymes y familias, la lucha contra el narcotráfico de 5ª generación, la corrección de las ideológicas políticas medioambientales o las ayudas a los damnificados de la DANA que no se pueden gestionar de manera efectiva con órdenes ministeriales de limitadísimo alcance. En esta situación más valdría hacer economías y prescindir de todos esos ministros de la ‘tranquilidad’ y la ‘mano tendida’ de los que no habíamos oído hablar en meses, añadiendo los que van a estar abocados a una bajísima productividad. En realidad, van a ser todos, porque, siguiendo la fórmula de la azafata del Un, dos, tres…, cero leyes a repartir entre 22 ministerios tocan a cero cada uno.

Plinio escribió que no hay algo tan malo que a alguien no aproveche, y en este caso ese alguien va a ser el de casi siempre. Pedro Sánchez , eximido de facto de las obligaciones legales y de las responsabilidades de gestión, puede dedicarse a la impostura, a la propaganda y a rentabilizar el kilométrico del Falcon. También tiene que sacar tiempo para ir ocupándose de todos los frentes que tiene abiertos en juzgados, tribunales y comisiones de investigación; coordinar y alinear para su defensa numantina a todos los ministros, asesores, fiscales, funcionarios, periodistas, familiares, fontaneros y otros compañeros de partido requiere de un cuadrante de cabo furriel y de la habilidad de un director de circo de tres pistas. ¡Nos consta que para eso ya tiene una fecundísima chistera!