Desde la calma del mediodía romano, el Papa León XIV habló con la serenidad de quien lleva fuego en el verbo. Frente a los periodistas reunidos en Castel Gandolfo, la semana pasada, el primer pontífice nacido en Chicago —hijo del viento, del lago y del acero, así como de los andes peruanos— levantó la voz contra los pecados del imperio del mal.

Por Lux Fer

“Jesús fue muy claro”, dijo, con un temblor que era compasión y advertencia. “Al final de los tiempos se nos preguntará: ¿Cómo recibiste al extranjero? ¿Lo acogiste o lo rechazaste?”

Las palabras parecían suaves, pero eran como los azotes a los fariseos. Porque no eran teología abstracta: eran el eco de su propia ciudad natal, Chicago, que desde septiembre se había convertido en escenario de una purga racial. Agentes de ICE, con paraf

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