La geografía de España está marcada por miles de lugares de enterramiento, tanto clandestinos como registrados, que rememoran la Guerra Civil y la dictadura franquista. Según el censo de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, hay alrededor de 6.000 fosas identificadas en el mapa audiovisual de RTVE. No hay municipio en la Península que esté a más de 50 kilómetros de alguna de estas localizaciones, incluso en regiones con menor densidad poblacional como Galicia o Almería.

El imaginario colectivo ha vinculado las cunetas con la represión, con la frase "hay un país en las cunetas". Sin embargo, los datos indican que la mayoría de los restos se encuentran en cementerios, tanto en su interior como en sus alrededores. En algunos casos, los cuerpos fueron ocultados en simas, pozos o minas, o incluso arrojados al mar. A menudo, el conocimiento sobre el lugar de enterramiento se convierte en una leyenda popular, hasta que los arqueólogos lo confirman.

Tras el intento de golpe de Estado del 18 de julio de 1936, los cadáveres de los asesinados aparecían en las calles y campos, sin ser enterrados, como una forma de amedrentar a la población. Con el tiempo, se optó por enterrar a las víctimas en el lugar donde fueron asesinadas o trasladar sus cuerpos a otros sitios. Emilio Silva, un vecino, recordó que le indicaron la cuneta donde había sido enterrado su abuelo, fusilado el 16 de octubre de 1936. La exhumación en Priaranza del Bierzo (León) fue una de las primeras sistemáticas y científicas. Silva comentó: "La tierra tiene memoria; cuando la han removido, tarda 150 años en volver a quedar como si no lo hubieran hecho".

Las tapias de los cementerios se convirtieron en lugares comunes para fusilamientos y enterramientos. En la posguerra, las ejecuciones se realizaban tras simulacros de juicio, y el lugar de enterramiento se registraba. La fosa de Pico Reja, en el antiguo cementerio de Sevilla, fue cerrada en febrero de 2023, tras exhumar los restos de 1.786 represaliados. En el antiguo cementerio de San Rafael en Málaga, se recuperaron entre 2006 y 2009 los cuerpos de 2.840 personas, siendo la fosa con más restos exhumados por el bando sublevado.

La mayor fosa de España se encuentra en la basílica de Cuelgamuros, donde yacen 33.833 cuerpos, de los cuales 12.410 están sin identificar. En Gran Canaria, los sublevados utilizaron tubos volcánicos y pozos de agua para ocultar a sus enemigos políticos, como en la sima de Jinámar y los 'pozos del olvido' en Arucas. Pino Sosa, presidenta de la Asociación por la Memoria Histórica de Arucas, supo que su padre estaba en uno de estos pozos. En 2018, los restos de José Sosa Déniz fueron identificados. Pino expresó: "Fue mucha emoción y un reconocimiento. Trabajé para eso y luché para saber dónde estaban los que se llevaron a la fuerza".

Las minas también fueron utilizadas para ocultar cadáveres en toda España. Ejemplos incluyen el Pozu Fortuna en Asturias y la mina de Valdihuelo en Badajoz. La antigua mina de las Cabezuelas en Camuñas (Toledo) fue un lugar donde se arrojaron más de 50 cuerpos, incluidos nueve religiosos en proceso de beatificación. El forense Francisco Etxeberría ha trabajado en la inspección de estos lugares y ha publicado un estudio sobre el tema. Etxeberría explicó: "Al asesinar a esas personas se pretendía no solo matarlas, sino ocultar a perpetuidad los restos".

Las intervenciones para exhumar estos cuerpos no están exentas de dificultad. Etxeberría relató la complejidad de encontrar los restos de 20 personas en el pozo de Salamanco Chico en Feria (Badajoz). A pesar de los desafíos, afirmó que estas intervenciones no son más costosas que la búsqueda de fosas comunes en cementerios, donde muchas están debajo de tumbas y construcciones posteriores. La búsqueda de la verdad y la memoria histórica continúa en España, con un enfoque en la dignidad de las víctimas y el reconocimiento de su sufrimiento.