Viajar en familia es mucho más que cambiar de escenario: es compartir tiempo sin relojes, descubrir juntos un rincón inesperado y escuchar, cómo no, el clásico “¿cuánto falta?” antes de salir de la ciudad. Una oportunidad para reforzar los lazos afectivos y crear recuerdos compartidos, inolvidables, lejos de la rutina y de las pantallas. Cada escapada se convierte, así, en una experiencia que une y emociona a todas las edades.

Los más pequeños disfrutan, especialmente, cuando la naturaleza se presenta como zona de juego: explorando bosques, siguiendo huellas, observando animales o contemplando, por primera vez, la fuerza de una cascada. Junto a ellos, los adultos recuperan por unos días esa capacidad ya perdida para observar el mundo con los ojos bien abiertos. Y lo mejor es que no hace f

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