Por: Toribio Azuaje

“Es preciso preferir la soberanía de la ley a la de uno de los ciudadanos”.

Aristóteles

Podemos asumir el símil de la soberanía de una nación, como un faro luminoso que guía el rumbo de la historia, la soberanía es sin duda, un guardián invisible de la dignidad y la raíz profunda que nutre la identidad. Ella siempre estará expuesta a las sombras del mal, de ningún modo es inmune a la adversidad y los deseos inmundos de dominación de ciertos centros de poder.

Algunas veces, o mejor dicho, con frecuencia, las nubes que oscurecen la libertad no provienen solo del horizonte externo, sino de brisas quietas y calmadas que soplan en silencio desde adentro, justamente desde quienes deberían proteger con celo la llama sagrada de la independencia.

Como campesino, les invito

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