Un niño de no más de siete años tuvo que afrontar una de las experiencias más duras que alguien pueda vivir: ver cómo su madre, Daigmar Moraima Plasencia Ortega , era asesinada con crueldad frente a sus ojos inocentes.
Aunque no alcanzó a comprender del todo lo que ocurría, el pequeño tuvo la suficiente lucidez para correr y pedir ayuda. La felicidad que sentía tras haber disfrutado una tarde tranquila en familia se transformó en un miedo profundo, producto de otro episodio de violencia que marcó su vida para siempre.
El menor recorrió más de veinte metros corriendo hasta llegar a una casa cercana. “¡Ayuda, ayuda, mataron a mi mamá!”, gritó desesperado ante los vecinos, quienes salieron de inmediato, lo protegieron y se acercaron al lugar donde yacía la mujer. Su cuerpo estaba tendido

Q'hubo Bucaramanga

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