‘Un intrús benvingut’
Es amarga para mí esta entrevista, porque quería que Antoni pudiese verla. Pero se nos ha ido, en su casa, rodeado del amor de su familia y con los cuidados del Programa d’Atenció Domiciliària i Equips de Suport (Pades)-Mutuam, que él me elogiaba con vehemente gratitud diez días atrás: paliaron los padecimientos de sus males sin cura ... Tenía 84 años, era barcelonés, arquitecto, tenía un hijo, Antoni-Italo (41), y dos nietas, Aitana e Irene. ¿Política? “Teníamos razón”, le susurró Pasqual Maragall en los Juegos Olímpicos de 1992, inaugurada la piscina Picornell. He tenido la suerte de conocer a un hombre libre y cordial, sensible y elegantísimo, curioso y atento: “Si hay sitio hoy para mi silla de ruedas, ¡me apunto a comer!”, anunciaba. Y había –y siempre habrá–

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