El desafío está en lograr que cada acuerdo, proyecto y alianza se traduzcan en impacto real. Que las promesas se conviertan en contratos, y los contratos en beneficios para las personas y el planeta.

Javier Pastorino

Es temprano en Belém, en Brasil, donde se celebra la COP30, la primera en realizarse en América Latina. El aire húmedo de la Amazonía se mezcla con el rumor constante de delegaciones que van y vienen. Se siente distinto. No es solo un cambio de sede, es un cambio de tono: esta vez, el mundo no vino a prometer, vino a rendir cuentas. Publicidad

Durante años hemos hablado de metas climáticas, de transiciones, de compromisos a 2030 o 2050. Pero mientras las promesas se acumulan, la temperatura global sigue subiendo y los eventos extremos se vuelven más frecuentes y costosos.

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