El crecimiento del efectivo en circulación en nuestro país se disparó en las últimas dos décadas, pues mientras en 2001 los billetes y monedas en manos del público eran apenas 2.2% del PIB, en 2025 ya son 8.6%.
La proporción del efectivo -billetes y monedas en poder de uso constante- pasó de cifras moderadas a niveles que alarman, ya que en 2020 el PIB cayó 8.5 %.
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De acuerdo con Alejandro Gómez, analista del grupo GAEAP, este crecimiento del efectivo está acompañado por cuatro efectos que erosionan la productividad y la capacidad de recaudación del país. Cuando una proporción mayor de transacciones se hace fuera del sistema bancario, la supervisión, regulación y formalización se debilitan.
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