En el verano de 1925, Picasso tiene 45 años y es enormemente feliz con su mujer Olga Khokhlova y su hijo Paulo en Juan-les Pins, su primer refugio en la Costa Azul. Y, sin embargo, justo en ese momento su pintura se vuelve desasosegada y turbulenta. “Es un Picasso humano, demasiado humano”, señala parafraseando a Nietzsche (no lo cita, por pudor a parecer pedante) Eugenio Carmona, uno de los mayores especialistas en la obra del malagueño, que ha dedicado veinte años a estudiar ese momento en el que el artista quiere hacer un homenaje a las bellas artes, con su padre encarnado en busto barbudo de yeso, “y el bodegón le estalla en la tela transformándose en una obra profundamente convulsa”.
Carmona se refiere a Estudio con cabeza de yeso , acaso su obra maestra más desconocida, que forma

La Vanguardia España Cultura

WCPO 9
Daily Kos
The Daily Beast