Al gobierno de la cuarta transformación le vendría bien una verdadera oposición. Para la sociedad es imprescindible que la fuerza en el poder tenga un interlocutor capaz de ofrecer retroalimentación, alternativas e incluso resistencia frente a la posibilidad de excesos o errores. En política, igual que en la economía, los monopolios desfavorecen la posibilidad de mejorar y corregirse.

Por desgracia, la oposición en México está muy lejos de ser ese interlocutor. La culpa es de las dos partes, desde luego. Para establecer una conversación se necesitan dos. Andrés Manuel López Obrador convirtió a la polarización discursiva en un activo político para mantener vivo el apoyo de su base popular. Asumió que lo necesitaba para vencer las resistencias del sistema frente a los cambios y para asegura

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