Eran las 8:30 de la mañana del lunes 14 de noviembre de 1960 cuando Ruby Bridges , una niña de apenas seis años, subió las escaleras de la escuela primaria William Frantz, en Nueva Orleans. Llevaba un vestido blanco almidonado, medias recién planchadas y dos moños en el pelo. Quizás no lo sabía del todo, pero en cada paso firme que dio, estaba cambiando la historia de la comunidad afroamericana en Estados Unidos, en los años de segregación racial.
A su lado, y algo asustada, caminaba su madre, Lucille, pero no estaban solas. Cuatro hombres trajeados —agentes federales del Servicio de Alguaciles de Estados Unidos— las escoltaban. Desde las veredas, una multitud de madres y padres blancos gritaban insultos, agitaban carteles con frases racistas y lanzaban objetos contra ellas. A pesar d

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