Alejandro Moreno*

Hay momentos en la historia de un país en los que la indignación deja de ser un sentimiento aislado para convertirse en un grito colectivo. México está viviendo uno de esos momentos. Resulta evidente —y doloroso— que varios servidores públicos de primer orden en Morena han cruzado una línea que jamás debió haberse tocado: la que separa al Estado de derecho del abrazo con la criminalidad. Lo que antes eran sospechas hoy parecen patrones; lo que antes se intuía hoy se confirma en actos, omisiones y complicidades que han costado vidas, han saqueado instituciones y han dejado en la indefensión a millones de mexicanos.

La tragedia no está solo en el dinero robado, en las instituciones debilitadas o en la descarada utilización del poder para proteger intereses oscuros. La tra

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