En los últimos años, Europa y otras democracias occidentales han presenciado una curiosa contradicción: mientras los gobiernos implementan restricciones cada vez más estrictas sobre el uso de efectivo por parte de los ciudadanos comunes, diversos escándalos han revelado que algunos de sus propios representantes políticos manejan cantidades significativas de dinero en metálico, frecuentemente sin justificación clara.
El Doble Rasero del Efectivo
La ironía es palpable. Los ciudadanos europeos enfrentan límites cada vez más bajos para transacciones en efectivo 3.000 euros en Francia, 1.000 en España, 500 en Grecia bajo el argumento de combatir el blanqueo de capitales, la evasión fiscal y la financiación del terrorismo. Paralelamente, los bancos están obligados a reportar movimientos sospec

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