Por: Victoria Kim

El hombre conocido por muchos como “Gandalf” caminaba descalzo entre tierra revuelta, vidrios rotos y vigas de madera caídas de las que sobresalían clavos.

Durante años, Paul Smith, de 66 años, quien se describe a sí mismo como un hippie de vieja escuela y tiene una melena y una barba plateadas y rebeldes dignas del sobrenombre de Gandalf, había estado cultivando cannabis, perfeccionando variedades, refinando el proceso de curado de los cogollos y extrayendo su aceite.

Smith dijo que suministraba la mayor parte del producto resultante a cientos de neozelandeses que padecían dolor.

Explicó que muchas de las personas que acudían a él en busca de alivio tenían cáncer; algunas estaban en los últimos años de su vida. Otros eran niños que experimentaban ataques epilépticos

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