Era de madrugada cuando a Cayetano Santos Godino lo llevaron de urgencia a la enfermería de la cárcel del fin del mundo. Un guardia penitenciario lo encontró tendido y boqueando en el suelo de su celda, rodeado de escupitajos sanguinolentos. El diagnóstico fue rápido: sufría una hemorragia masiva que los médicos adjudicaron a una úlcera gastrointestinal. De eso, dijeron, murió el 15 de noviembre de 1944 . Esa fue la versión oficial, porque en los pasillos del penal se decía otra cosa: que sangraba por dentro después de una golpiza brutal que le propinaron varios presos cuando descubrieron que había estrangulado al gato que tenían como mascota.
Cuando lo mataron, el “Petiso Orejudo” —como todo el mundo lo llamaba— llevaba 21 años en la Cárcel de Ushuaia , donde nadie lo quería. Los

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