La expresión “batalla cultural” nos anticipa el tono del intercambio: propone un combate más que un diálogo, donde la lógica que domina es la del enemigo y la conquista. Quien convoca una batalla no busca comprender, sino vencer; en ese marco, la verdad deja de ser un horizonte compartido y pasa a convertirse en un botín.

Sun Tzu escribió en El arte de la guerra: “Coloca a tus tropas en terreno mortal y vivirán […] Cuando los hombres se ven en peligro extremo, no hay nada que no hagan para salvarse”. Las situaciones límite despiertan una energía poderosa que la calma adormece. En política ocurre algo parecido: el miedo y la ira anulan la reflexión, pero movilizan la acción.

La batalla cultural ya no se libra en el campo de las ideas, como ocurría en la Atenas clásica o en el Senado roman

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