El fútbol colombiano vive momentos en los que la pasión desbordada amenaza con devorar la esencia misma del juego. Lo sucedido la noche del miércoles anterior en el estadio Jaime Morón de Cartagena es una muestra preocupante de cómo la frustración de algunos hinchas puede terminar destruyendo los sueños de todo un equipo y, de paso, alterando la competencia de manera irreparable.
Real Cartagena llegaba al duelo ante Real Cundinamarca con la ilusión intacta de seguir luchando por el cupo a la final del Torneo de Ascenso. Un empate, sin embargo, complicaba sus aspiraciones. Y en los minutos finales, cuando el resultado parecía sentenciado, la tensión se transformó en caos. Un grupo de aficionados invadió el campo de juego, obligando a suspender el partido y, finalmente, a darlo por terminad

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