El martes 11 de noviembre en Mar del Plata, volvimos a ver la cara más dura de la violencia. Lo que comenzó como un episodio de v iolencia de género dentro de una escuela derivó en una espiral de agresiones que alcanzó al presunto implicado , a su familia e incluso a las viviendas de sus allegados. Una situación inaceptable que deja al descubierto hasta qué punto la violencia se ha convertido en un lenguaje cotidiano , una forma de reacción inmediata que sustituye el diálogo, la reflexión y la búsqueda de justicia por mano propia.

La violencia en todas sus formas se ha vuelto un signo distintivo de estos tiempos: la vemos en las escuelas, en las calles, en los hogares, en las canchas, en los debates políticos y en las redes sociales. El tono de la convivencia se ha vuelto ásper

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