El color en la vestimenta funciona como un marcador de jerarquía que atraviesa culturas y épocas. En el Imperio romano , la púrpura se consolidó como una seña visible de autoridad, riqueza y privilegio, un signo reservado a los estratos más altos de la sociedad. Esa tonalidad profunda, asociada al poder imperial y a los ritos religiosos, expresaba tanto dominio económico como legitimidad política.
Su uso estaba regulado por leyes suntuarias que restringían el acceso al tinte más costoso de la Antigüedad , elaborado a partir de moluscos del Mediterráneo. La exclusividad del color generó un mercado de imitaciones que, lejos de ocultarse, se integró como parte estructural de la economía del lujo romano.
Las falsificaciones de púrpura se extendieron como un negocio próspero en Roma
Los análisis de laboratorio realizados por la Autoridad de Antigüedades de Israel sobre fragmentos de tejidos hallados en cuevas del desierto de Judea han revelado que gran parte de las prendas que aparentaban estar teñidas con el preciado color del caracol murex eran, en realidad, falsificaciones elaboradas con tintes vegetales. El estudio, dirigido por la doctora Naama Sukenik , identificó que esos restos textiles, de unos 2.000 años de antigüedad, no contenían la molécula específica del molusco . En su lugar, mostraban compuestos derivados de la rubia y del glastum , dos plantas ampliamente empleadas en la industria tintórea del Próximo Oriente.

Los especialistas aplicaron técnicas de espectrometría de masas y cromatografía líquida para rastrear la huella molecular del pigmento auténtico. Los resultados confirmaron que la combinación sucesiva de las raíces rojas de la rubia con las hojas azules del glastum producía una tonalidad híbrida casi idéntica a la púrpura imperial . Este método, más rápido y económico que la extracción del murex, permitió que amplios sectores de la población adoptaran una apariencia asociada a la élite sin asumir el coste de un tinte reservado a los poderosos.
El hallazgo pone de manifiesto la existencia de una economía del lujo aparente en el Imperio, sustentada en técnicas de imitación muy refinadas. La conservación excepcional de los tejidos, favorecida por el clima seco del desierto, ha permitido reconstruir con precisión la composición química de los colorantes y comprender la dimensión social de esa práctica. Según la doctora Sukenik, la tendencia a proyectar prosperidad mediante objetos o materiales que simulan exclusividad se revela como algo constante en la conducta humana, ya que en la actualidad es algo muy habitual. “ Las personas buscaban mostrar que pertenecían a una clase superior ”, afirmó.
La imitación del prestigio tiene raíces mucho más antiguas que Roma
Los arqueólogos recuerdan que el fenómeno de falsificar la púrpura real no surgió en época romana. Una t ablilla babilónica del siglo VII a.C. ya recogía una receta para reproducir el tono mediante un proceso similar de doble tintura. Esta continuidad histórica evidencia que la simulación del lujo era una estrategia recurrente para acceder simbólicamente al prestigio reservado a unos pocos. La práctica se transmitió durante siglos como parte de la cultura material del poder, adaptándose a los recursos y tecnologías disponibles.
Los fragmentos recuperados en Judea, más allá de su valor arqueológico, muestran hasta qué punto la moda y la representación social estaban entrelazadas. En las túnicas teñidas con raíces y hojas, la sociedad romana plasmó su deseo de ser vista y reconocida dentro de una escala visual de estatus.

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