Los analistas apuntan a una purga de los propios partidarios del régimen ruso a medida que facciones rivales se enfrentan entre sí

Qué está pasando en el frente en Ucrania: el Ejército promete avances a Putin pese a las dudas de analistas militares prorrusos

Uno es un experto afín al Kremlin que lleva años elogiando a Vladímir Putin en los medios extranjeros, describiéndolo como uno de los grandes hombres de la historia. Otro es un bloguero especializado en temas militares, con un discurso abiertamente genocida en lo que se refiere a Ucrania y entusiasta recaudador de fondos para las tropas rusas. La tercera, una voluntaria del Ejército nacida en Ucrania que trabaja como comentarista en la cadena estatal RT, donde lamenta que Rusia no comenzara antes su invasión a gran escala.

Los tres se corresponden con el tipo de personaje que ha prosperado en los últimos años en la Rusia de Putin, donde la lealtad inquebrantable y un entusiasmo militante por la guerra en Ucrania se premiaba con dinero, estatus y poder. En los últimos tiempos, sin embargo, el mismo Estado al que alababan ha vuelto su maquinaria represiva hacia dentro y ha colocado en el punto de mira a los tres y otros personajes aparentemente pro-Kremlin.

El analista político Serguei Markov y el bloguero proguerra Roman Alyokhin han sido designados “agentes extranjeros” este año, una etiqueta que antes se reservaba para los críticos de Putin. Con una connotación negativa que viene de la era soviética, la designación les obliga a identificarse como agentes extranjeros cuando escriben en redes sociales y hacen otras publicaciones, además de generarles unas graves inconveniencias financieras.

La comentarista Tatyana Montyan, nacida en Ucrania, ha sido designada recientemente “terrorista y extremista”, una etiqueta que suele endilgarse a las personas que el Kremlin considera sus enemigos más peligrosos, como los integrantes del equipo del difunto Alexéi Navalni.

Bandos rivales

Según los analistas, este conjunto de casos apunta a una nueva tendencia: la purga ya no es solo contra los disidentes. Se amplía a los partidarios del régimen, a medida que las facciones rivales dentro del sistema se enfrentan unas a otras. “Primero, persiguieron a las personas que se oponían a la guerra; ya no queda ninguna y la maquinaria represiva es imparable”, dice la politóloga rusa Ekaterina Schulmann.

Moscú no ha dado una explicación oficial sobre la represión y, a primera vista, cada caso parece tener motivos diferentes.

Conocido por mantener vínculos con las élites políticas de Azerbaiyán, se cree que Markov cayó en desgracia tras el grave deterioro de las relaciones entre Bakú y Moscú. A Alyokhin lo acusaron de malversar fondos que había recaudado para las tropas rusas tras ser visto en las redes presumiendo de reloj caro y deportivo nuevo. Montyan también está en el punto de mira por malversación de fondos recaudados para el frente.

Pero los analistas creen que hay una explicación más profunda detrás de estas razones aparentes. Schulmann habla de una lucha entre dos bandos rivales: los veteranos propagandistas con vínculos estrechos con el Ministerio de Defensa y el Kremlin, conocidos como los ‘leales’; y el amplio movimiento popular de ultranacionalistas partidarios de la guerra, conocidos como los ‘militaristas’ o los ‘Z-bloggers’, por la letra que se convirtió en símbolo de la invasión.

Aquellos que nunca se opusieron cuando encarcelaban a los liberales de repente descubren que la justicia en Rusia es selectiva, que literalmente cualquiera puede ser encarcelado sin motivo

Formado por cientos de destacados blogueros y activistas voluntarios, este movimiento ha recaudado fondos, comprado drones y vehículos, y entregado los suministros directamente en el frente. Se transformó en una red poco después de que Putin iniciara en 2022 su invasión a gran escala de Ucrania, cuando se hizo evidente que en muchas ocasiones el Ejército no proporcionaba el equipo y apoyo más elementales.

En ocasiones, estos 'militaristas' de línea dura han criticado abiertamente la forma en que se está librando la guerra. Como son relativamente independientes del Estado, Moscú ha respaldado los ataques contra ellos. “Las autocracias temen a cualquier tipo de movilización ciudadana”, dice Schulmann. “Cualquier movimiento genuino, incluso uno en favor de la guerra, se percibe como un obstáculo que puede volverse peligroso”.

En el pasado, el Kremlin ha tomado medidas para frenar a los integrantes del movimiento en favor de la guerra que se habían salido de su control, como fue especialmente notorio en 2024 con el encarcelamiento del popular comentarista de extrema derecha Igor Girkin.

El dinero se ha convertido en otro elemento de fricción, con miles de millones de rublos siendo destinados a la guerra en Ucrania. “En esencia, el conflicto es una batalla por recursos”, dice el investigador y escritor ruso Ivan Philippov, especializado en el movimiento proguerra generado dentro del país.

Philippov explica que una de las personas que han liderado la campaña para purgar a simpatizantes de la guerra es Vladímir Solovyov, el propagandista televisivo de mucho poder y estrechos vínculos con el Ministerio de Defensa que se ha convertido en la cara visible del bando ‘leal’. Supuestamente, a Solovyov le irrita que muchos de estos blogueros y voluntarios recauden más fondos para el frente que su propia organización benéfica estatal.

“Hay que seguir alimentando la máquina”

La ironía de la represión no ha pasado desapercibida para la oposición contra Putin, presente en Rusia desde hace mucho tiempo. “Ha sido divertido ver cómo aquellos que nunca se opusieron cuando encarcelaban a los liberales de repente descubren que la justicia en Rusia es selectiva, que literalmente cualquiera puede ser encarcelado sin motivo”, dice Philippov.

En muchos sentidos, lo que está ocurriendo es un eco moderno del viejo estribillo soviético, la frase pronunciada en su día por muchos comunistas devotos que tardaron demasiado en comprender que las purgas de Stalin no perdonarían ni a los fieles: ‘¡Camarada Stalin, se ha cometido un terrible error!’.

“Es una especie de malentendido”, protestó Markov, horas después de ser designado agente extranjero. El lenguaje de Alyokhin recordaba al que suelen usar los grupos de derechos humanos, lamentándose de que la ley de agentes extranjeros “viola la propia Constitución rusa” y constituye “una grave violación de los derechos civiles”.

En opinión de Schulmann, las detenciones no se van a detener aquí. Según la analista, el sistema se ve obligado a crear nuevos enemigos una vez que ya ha encarcelado, o forzado a exiliarse, a la mayor parte de los disidentes que se oponían a la guerra. “El aparato represivo ruso tiene que cumplir con sus cuotas, hay que seguir alimentando la máquina”, concluye.

Traducción de Francisco de Zárate.