Miami.— Un juicio serio sobre si Donald Trump puede ser considerado un estadista, acotando el análisis estrictamente a lo que lleva de su segundo mandato , empieza por reconocer el terreno: una llegada al poder en enero de 2025 marcada por un aluvión de acciones ejecutivas , un uso expansivo de facultades de emergencia y una agenda que busca reordenar, más que administrar, la arquitectura de gobierno heredada. Ese arranque quedó claro desde el día de la investidura y en la cascada posterior de órdenes y proclamas publicadas en el Registro Federal .
Quienes sostienen que “sí es un estadista” esgrimen tres líneas principales: la primera, la promesa de orden y fuerza ; la segunda, su capacidad para mover el tablero internacional , y la tercera, la ejecución sin rodeos de una

El Universal

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