Jason Corbett había abandonado su vida en Irlanda para instalarse en Estados Unidos y buscar una vida nueva para él y sus hijos. Diez años después, su nombre aparecía en los medios más importantes del mundo por un crimen que todavía divide opiniones.
La madrugada en la que murió, solo dos personas estaban con él dentro de la casa: su esposa, Molly Martens , y su suegro, Thomas Martens , un exagente del FBI. Ambos reconocieron haberlo golpeado, aunque aseguraron que lo hicieron para salvar su vida.
Desde las primeras horas, los investigadores detectaron inconsistencias en la escena del crimen. Las versiones que dieron Molly y Thomas no coincidían con las marcas, el orden de la casa ni la forma en la que Jason murió.
El caso cambió de rumbo varias veces y terminó con un acuer

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