A un paso de la plaza San Francisco , escondida entre el tráfico, las prisas y los bloques de viviendas , Zaragoza guarda su pequeño Notting Hill . Es la calle Mariano Supervía, una vía corta y discreta en el mapa , pero inconfundible a primera vista: una hilera de casitas bajas, casi como chalets urbanos, pintadas en una paleta de colores que va del pastel suave a los tonos más audaces. Verde, morado, azul, amarillo, rosa… Aquí cada fachada parece contar su propia historia.

En una ciudad donde dominan los edificios altos y las medianeras grises, Mariano Supervía irrumpe como un paréntesis visual. Las viviendas, de escasa altura y con proporciones casi de unifamiliar, generan una sensación extraña pero agradable: la de haber salido del bullicio de Zaragoza sin haber abandon

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