El Feliciano Gambarte se condensa en el espeso humo azul y blanco que vomitan las bengalas. Godoy Cruz , el equipo digo, hace su ingreso y la gente, esa que lleva días sin dormir, canta y canta, aferrados a una ilusión inquebrantable. Nadie es ajeno al estado crítico, como ese familiar grave que uno sabe que va a morir pero se lo acompaña al borde de la cama, hasta que algún árbitro pite el deceso.

En el codo hay un hombre grande, que aparte de ser hombre y grande, también es padre. No está ataviado con los colores de Godoy Cruz pero se le nota su amor incondicional a la legua. Al lado está esa hija que lo hizo padre y que es hincha por herencia, en la muestra más hermosa que tiene uno para enamorarse de un club.

La hija sí tiene la camiseta de Godoy Cruz y lleva lentes oscuros.

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