Mucho antes de que Benidorm levantara hoteles en vertical o de que los británicos tomaran el sol en Mallorca , hubo una época en la que buena parte de la comarca del Jalón se puso en marcha como si hubiera descubierto, sin saberlo, la idea actual de irse unos días fuera.
Era el siglo XVIII y el escenario era Jaraba, un valle precioso aunque entonces remoto, donde la devoción a la Virgen y la fama de unas aguas termales que empezaban a ganar prestigio provocaron un movimiento estacional sorprendentemente intenso para una zona rural. La estampa debió de ser inolvidable.
Desde Calatayud, Ateca o Ariza salían grupos enteros de vecinos, cofradías completas, familias enteras y el sacerdote encargado de poner orden en la comitiva. Los caminos eran duros, pedregosos y llenos de polvo ,

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