Después de un año turbulento -viviendo en un puesto de flores de la Peatonal, esquivando denuncias municipales y protagonizando una campaña con 10.000 firmas para que volviera al centro- el Pato Juan finalmente sentó cabeza. Y vaya si lo hizo.
Desde que Margarita Flores, la vendedora de flores que lo adoptó, lo llevó a vivir a su casa, la vida del pato "rockstar" cambió radicalmente. Primero vino una recaída de salud: vitaminas, cremas para los pies, pastillas y antibióticos. "Se recuperó bien", aseguró Margarita, que para levantarle el ánimo le llevó compañía: una pata, una gallina y un gallo chico.
Amor a primera vista (o a primera pluma)
"Apenas trajimos a Juana (así se llama la pata), el señor empezó a acercarse", recordó su dueña con algo de picardía. Y lo que empezó como un

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