Corría 1997 y un físico formado en el Instituto Balseiro saltó a las tapas de los diarios: había modificado un Renault 9 para que su motor a combustión interna fuera propulsado por hidrógeno en lugar de nafta.
La sorpresa y el interés que provocó este desarrollo fue enorme. En esos días ya se conocían los efectos de las emisiones de combustibles fósiles y el R9 tenía como residuo de combustión solamente agua potable. Es más: para demostrarlo, su creador, Juan Carlos Bolcich, se sirvió el líquido en un vaso y se lo tomó.
Bolcich, una especie de Tesla autóctono, pionero infatigable que se lanzó a investigar tecnologías que recién estaban apareciendo en el horizonte de la innovación y llegó a ser un referente mundial, murió este sábado a los 78 años en la ciudad de Bariloche, donde trabaj

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