La cocina de MasterChef se vistió de nostalgia y tensión en el último y más emotivo reto de eliminación antes de la esperada final. Con solo cuatro participantes en contienda, la presión se sentía en el ambiente mientras competían por los tres codiciados cupos a la semifinal.
El desafío consistió en una prueba libre, pero rigurosa: crear dos platos, uno dulce y otro salado, que obligatoriamente debían incluir una preparación clave en el Horno Challenger. Con solo 75 minutos y la despensa abierta, los participantes se enfrentaron a sus nervios y al reloj.
Antes de que el tiempo comenzara, la emoción tomó el centro del set. En un momento de profunda nostalgia, los chefs preguntaron a quién dedicaban sus platos. Las lágrimas no se hicieron esperar, especialmente cuando Valentina fue retada

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