Intenso, ¿no? Desde afuera, parece otra manifestación más de la polarización tóxica que domina la política mundial. Pero no lo es.
Detrás de las etiquetas simplistas de los contendientes que se enfrentarán el 14 de diciembre hay algo notable: el sistema político chileno ha madurado lo suficiente como para resistir las batallas ideológicas actuales sin que se derrumben sus instituciones democráticas. De hecho, Chile da al mundo una lección de civilidad política.
Basta con mirar uno de los debates entre los ocho candidatos que compitieron en las elecciones del domingo. El último —un maratón de más de tres horas— ofreció propuestas concretas de todos los colores y un tono inusualmente respetuoso. Al final, un candidato incluso se detuvo para entregar una rosa a la aspirante de centrodere

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