El doloroso caso de una tortuga morrocoy que llegó al Centro de Atención de Fauna Silvestre (CAVR) del Área Metropolitana del Valle de Aburrá se ha convertido en el crudo retrato de la crueldad y la ignorancia en el tráfico ilegal de fauna silvestre.
El reptil, que fue mantenido como ‘mascota’ en cautiverio durante 30 años, ingresó al centro con secuelas permanentes: piel despigmentada, músculos en extremo debilitados, y lo más grave, huesos tan deformados que presentaba una fractura.
Según biólogos y veterinarios del Área Metropolitana, el lamentable estado de la tortuga morrocoy es el resultado de décadas de negligencia: falta de luz natural, ausencia de espacio adecuado para movilizarse y una dieta completamente inadecuada.
Estos factores colapsaron lenta y dolorosamente su organismo

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