La Orden de Calatrava surgió en el siglo XII como una congregación de monjes guerreros inspirada por el modelo cisterciense y vinculada al Reino de Castilla. Su misión combinaba la defensa militar de los territorios fronterizos con la observancia religiosa. Los miembros de esta orden profesaban votos monásticos y obedecían una estricta disciplina que los distinguía dentro del panorama de las órdenes militares peninsulares. Su organización jerárquica incluía caballeros, freires y clérigos, todos bajo la autoridad de un maestre que respondía ante el abad de Morimond.

La vida cotidiana de estos monjes guerreros giraba en torno a la oración, la administración de propiedades agrícolas y el combate en campañas de frontera. Esa doble condición espiritual y militar les llevó a lugares estratégicos de Castilla y contribuyó a su participación activa en la expansión territorial medieval . La influencia que alcanzaron en el ámbito político y social derivó en la fundación de fortalezas, como el castillo de Zorita de los Canes , que acabó convertido en uno de sus enclaves más destacados.

Ese papel, esencial en la defensa del reino y en la estructuración económica de la zona, dio lugar a un legado arqueológico que hoy permite comprender mejor la compleja red de poder que tejieron las órdenes religiosas armadas .

Un descubrimiento arqueológico reveló la historia de un caballero singular

Un hallazgo en ese mismo castillo permitió reconstruir parte de esa historia a través de un caso excepcional. En el área funeraria conocida como el Corral de los Condes , arqueólogos de ArchaeoSpain localizaron un esqueleto adulto junto a un cráneo extraordinariamente alargado, de 23 centímetros de largo por 12 de ancho. La forma irregular del hueso llamó la atención del equipo , que decidió trasladar los restos al laboratorio de la Universitat Rovira i Virgili para someterlos a un examen detallado.

A pesar de su patología, el guerrero pudo mantener una actividad física intensa gracias al apoyo del grupo monástico

La especialista en antropología forense Carme Rissech asumió la dirección del estudio, centrando el análisis en las deformaciones observadas en la estructura craneal. Las dimensiones y la simetría del hueso descartaron cualquier manipulación cultural, lo que llevó a considerar la existencia de una patología congénita .

El análisis morfológico confirmó que el esqueleto pertenecía a un hombre de unos 50 años. Las huellas de tensión en huesos y articulaciones mostraban una vida físicamente exigente, propia de un caballero acostumbrado a montar a caballo y portar armamento . Las lesiones más severas revelaban un final violento.

Rissech explicó que el individuo sufrió una herida penetrante en la sien, otra en la nuca y una contusión en la tibia izquierda , compatibles con el combate cuerpo a cuerpo característico de la época. El estudio determinó que esas heridas se produjeron mientras el hueso estaba fresco, lo que indica que se infligieron en el momento de su muerte .

El análisis forense desveló una enfermedad rara y una muerte violenta

El equipo de la Universitat Rovira i Virgili centró después su atención en el origen de la deformación craneal. Los análisis determinaron que el individuo padecía una craneosinostosis congénita severa . Esta condición provoca el cierre prematuro de las suturas del cráneo, limitando su crecimiento normal. Tras descartar otras enfermedades con manifestaciones similares, el diagnóstico más probable fue el síndrome de Crouzon , una alteración genética poco frecuente.

Según Rissech, este síndrome no afecta necesariamente a las capacidades cognitivas, por lo que el caballero pudo desempeñar tareas complejas y mantener una vida activa. La deformación habría reducido la movilidad de la mandíbula, lo que explicaría la acumulación de sarro y la ausencia de varias piezas dentales en el lado derecho, posiblemente extraídas para facilitar la alimentación.

El hallazgo, sin precedentes en paleopatología, ofrece información directa sobre la adaptación humana y sobre el modo en que las órdenes militares combinaron devoción, cooperación y combate en la sociedad medieval

El hallazgo, fechado entre los siglos XII y XV, representa el primer caso documentado en el mundo de un adulto con esta enfermedad que pertenecía a una orden militar y murió en combate . Los investigadores concluyeron que su supervivencia prolongada solo pudo ser posible gracias al cuidado recibido dentro de la comunidad monástica . Los indicios de su actividad física confirman que montaba a caballo y combatía con armas, lo que demuestra su plena integración en la vida militar de la orden.

La excepcional conservación de los restos y la singularidad de la patología convierten este descubrimiento en una referencia mundial para la paleopatología medieval . Los análisis realizados en el castillo de Zorita de los Canes aportan así un testimonio único sobre la capacidad de adaptación humana y sobre la estructura solidaria de las órdenes que, como la de Calatrava, combinaban la fe con la guerra y dejaron en sus necrópolis rastros que aún permiten comprender cómo se vivía y se luchaba en la Edad Media.