L a reciente tragedia en el paso John Gardner, que costó la vida a cinco visitantes, volvió a exponer una fragilidad que Magallanes conoce demasiado bien: la de un Parque Nacional Torres del Paine que funciona, desde hace décadas, con un modelo de administración insuficiente para el nivel de exigencia que supone un destino de clase mundial. La montaña impone riesgos, sí. Pero lo ocurrido no puede explicarse solo por condiciones climáticas adversas. Lo que falló -como han denunciado gremios turísticos y sobrevivientes- es un sistema público de gestión que sigue operando con herramientas del siglo pasado.

La Asociación de Hoteles y Servicios Turísticos de Torres del Paine (Hyst) fue directa al señalar que el Estado es “incapaz de gestionar un destino de clase mundial”. Lo dijo sin eufemis

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