Hay derrotas que, siendo tan tóxicas como las demás, se encajan de otra manera. Es el pensamiento que debía recorrer este sábado el vestuario visitante de La Cerámica, convertido en el cuartel provisional de un Mallorca que despachaba la jornada y una de las salidas más espinosas del curso con la cabeza alta y las manos vacías. Un gol del canadiense Tanitoluwa Oluwaseyi a falta de ocho minutos para el final dejaba sin recompensa a la formación balear, que hasta el descanso había ejecutado de forma magistral el plan previsto y después había mantenido a raya a uno de los mejores conjuntos del campeonato. Un pequeño desliz defensivo en el momento más inoportuno arruinaba una función cargada de cosas aprovechables que como mínimo deja un hilo del que ir tirando (2-1).
En su regreso, a la rued

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