Rafael Ángel Terán Barroeta
Nuestros antepasados aborígenes, no conocían las urnas o cajas funerarias de madera o metal para depositar los cuerpos de los muertos. A partir del siglo XVI, los cronistas españoles comenzaron a dar noticias de ritos funerarios y de enterramientos en los diversos grupos indígenas venezolanos. Refieren que había grupos que cremaban el cadáver; otros que lo disecaban al sol y luego colgaban sus huesos en los bohíos; otros consumían las cenizas de sus difuntos con alguna bebida; otros espolvoreaban las cenizas por el aire para que se formaran las nubes y las lluvias; otros construían un recinto donde abandonaban al difunto; otros lo introducían en una cesta y lo alojaban en grietas de los peñascos; otros colgaban los huesos del difunto en el techo de sus casas; o

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