La disociación existente entre la educación y la cultura, ha traído consecuencias nefastas para el desarrollo integral del ser humano. Urge un diálogo propositivo entre ambos componentes para reivindicar el origen de su entrelazamiento eterno, el cual quedó capturado en el tiempo a razón del modelo educativo imperante de las últimas décadas. La industrialización, la producción en masa, la necesidad de capacitar personal para la producción factorial, dictaminó el modelo de educación en gran parte del mundo, sesgando las oportunidades de potencializar la creatividad y la originalidad que cada persona puede y debe imprimirle a su proceso, produciendo infortunadamente mentalidades en serie, reproductoras pasivas de modelos de producción generalmente incapaces de cuestionar, proponer y aprender

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