Durante años, Aguz Tana creyó que su destino estaba atado a un escritorio, a un monitor y a un horario fijo de nueve horas diarias en el centro porteño. Vivía atrapada en la rutina típica de oficina : despertarse antes del amanecer, viajar apretada en colectivo, cumplir una jornada laboral que parecía interminable y volver a casa cuando el día ya estaba perdido. Aún después de haber intentado emprender con su propia oficina de seguros —un sueño que la pandemia pulverizó—, seguía sintiendo que “trabajaba para sostener la vida de otros”.
Hasta que un día, casi por accidente, esa realidad se quebró y terminó involucrada en un rubro impensado: vendiendo contenido porno para adultos.
La historia de Aguz no nació de una vocación ni de un plan maestro. Nació del juego, del deseo comparti

Infobae

Revista GENTE Íntimos
Diario Panorama Espectaculos
OK Magazine
The Conversation
Foreign Policy
The Scioto Post
Raw Story