Durante mucho tiempo, el permafrost profundo se consideró un archivo inmóvil del pasado . Un lugar congelado, estable y aparentemente ajeno a los cambios rápidos del clima actual. Sin embargo, nuevas investigaciones muestran que ese subsuelo silencioso no permanece inerte.

Allí, microbios que quedaron atrapados hace decenas de miles de años despiertan después de un largo letargo y vuelven a funcionar como si el tiempo no hubiera pasado. Lo que era una hipótesis empieza a tomar forma concreta en laboratorio y plantea efectos que podrían sentirse más allá del Ártico.

Los experimentos se desarrollaron en el túnel de permafrost de Fairbanks, Alaska, un corredor excavado en terreno helado donde el suelo conserva capas intactas de épocas remotas. Los científicos presentaron

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