Desde los primeros recuerdos de Arturo Trejo aparece un pizarrón, unos gises y una mano pequeña asomándose por la cuna para garabatear todo lo que podía. Antes de cumplir tres años, dice, ya había algo en él que necesitaba expresarse a través de imágenes. Su padre instaló ese pizarrón en su cuarto, su hermana acercaba los gises y él, sin saberlo, empezaba a construir el lenguaje que lo acompañaría toda su vida.

La semilla se fortaleció con una película: Fantasía , de Disney. Aquella mezcla de música clásica, imaginación visual y narraciones sin diálogos lo marcó profundamente. “Hacía esta relación entre música, animación y dibujos”, recuerda. Obsesionado con la secuencia sobre la creación del mundo, no tardó en volverse fanático de los dinosaurios y en replicarlos una y otra vez sobre e

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